Hacía calor, era una noche estrellada y luminosa. Estaba dubitativa. No tenía ganas de acostarme y empezar a pensar en alguna operación inmobiliaria que no terminaba de concretar.
Por aquel entonces, no sé si era el sino o si todas las operaciones estaban destinadas a caerse antes de cobrar una comisión. Veníamos de varios meses de crisis económica
Fui a mi pieza a buscar un cigarrillo y salí; me gustaba caminar zigzagueando por las calles vacías. Esa noche, todo fue distinto de lo planeado. Ahogué mis lamentos en un bar: El mozo subió la escalera con un vaso y la botella de whisky.
Regresé a casa, decidida a ahondar en mis problemas. Pero, me susurraban frases hechas, palabras que iban llenando el silencio. Palabras huecas, caparazones de palabras. Cuando me quejaba, Román argumentaba que hablábamos poco.