Dado que la soberanía reside en la nación, la cual es un ente abstracto, se concluye que no existen soberanías individuales. Por lo tanto, ningún individuo tiene derecho a participar en su ejercicio; solo puede considerarse parte de la nación. Del mismo modo, ningún grupo, sección del pueblo o incluso todo el pueblo puede pretender tal derecho, ya que la nación abarca no solo las generaciones presentes, sino también las pasadas y futuras.