El positivismo criminológico sustituyó la teoría de la locura moral, propia de la escuela clásica.
El positivismo criminológico destacaba la insuficiencia de las teorías de corte biologicista y sociológicas respecto de la explicación de la etiología criminal o criminogénesis.
El éxito inicial de la teoría de la personalidad criminal reside en su coherencia con dos de los principales postulados del positivismo criminológico: el principio de diversidad del delincuente y la necesidad de aislar, mensurar y cuantificar, aquellos factores patológicos que inciden de modo causal en el individuo y le determinan a la comisión de hechos delictivos.
Dos arriesgados autores, YOCHELSON y SAMENOW, intentaron rescatarla, con escaso éxito, en su obra Personalidad Criminal.